VJ ALEJANDRA, fue el nombre que le di a un Hobbie de mis 16 años en el 2010, tantos años después no solo se ha vuelto el nombre con el que se me identifica, es una marca de un proceso artístico, es la reflexión que he tenido sobre la imagen, este proceso me ha permitido tener exploraciones técnicas y principalmente conceptuales, que han dado forma una obra que hoy tiene rasgos de mi propia identidad.
Fue en mi juventud donde disfrutaba de la imagen desde lo narrativo o comunicativo, aquella relación más cotidiana que tenemos con las imágenes y con el ejercicio del ver, pero fue en mi formación en artes donde pude entender cada producción artística desde sus contextos políticos, históricos y culturales. Podríamos decir que mi proceso empieza cuando logre entender una dimensión que habita en cada imagen que tiene que ver con un pensamiento y comprensión del mundo casi espiritual y filosófico, del cual yo tenía que aportar desde mi lugar en el mundo, una mujer latinoamericana, apasionada por la imagen y rodeada de artistas.
En ese sentido, inicialmente me interese de manera muy profunda por la relación que tiene la imagen desplegada en los espacios, es decir, empiezo a interesarme por la imagen como un espacio mismo, y con esto me refiero a la imagen como un espectro visual, la imagen como una posibilidad de construir experiencias inmersivas, tal como lo hicieron algunos importantes artistas que experimentaron a tal punto con la imagen que lograron construir nuevos espacios y nuevas formas de hacer y aproximarse a ellas.
Con el conocimiento académico y mucho interés por hacer parte de este mundo, me abrí paso dentro de las técnicas para poder darle vida a mi propia voz, me encontré en una dimensión, diferente a un espacio concreto, por que este cambiaba cuando proyectaba las imágenes que había creado. De la pintura tome, la posibilidad que tiene el espectador de desaparecer en el ejercicio contemplativo, me enamore de ese umbral, esa dimensión que le permite a quien ve la obra, experimentar otro espacio temporal, aunque ese espacio físico concreto siga estando allí.
Cuando elimine el espacio físico concreto, estaba frente a la imagen digital, una que desde su creación misma carece de materialidad, solo pixeles conformando una imagen. Esta carencia de presencia tangible o física que tienen las imágenes digitales, se volvió la gasolina de mi arte, un material que me da posibilidades infinitas de experimentación, pues las dimensiones que puede habitar una imagen digital, así como la capacidad de reproducción que tiene, y por lo tanto de circulación, aumentaron mi interés sobre pensarme como productora de imágenes, descifrar el diálogo con un espacio (una pantalla de proyección, un televisor, una arquitectura intervenida, una pantalla de concierto) muchas veces en relación a un sonido, a una composición sonora o a un estilo de música particular.
Otra de las características que tiene este ejercicio que hoy popularmente conocemos como VideoJockey que más me ha interesado, y por lo cual mi nombre de VJALEJANDRA no ha cambiado, tiene que ver con esta licencia creativa, y tiene que ver con la posibilidad de hacerlo en tiempo real, pues esto implica no solo un ejercicio de comprensión técnica sobre la imagen, de manejo de dispositivos de manipulación de imágenes, sino una comprensión de los espacios que no es estable, que muta todo el tiempo, que se conecta con el azar como un recurso plástico y narrativo, al que también le veo muchas dimensiones de lo poético, pues el ejercicio de leer un público especifico, sumado a una comprensión sobre el espacio que habitan las imágenes, y el diálogo que ellas deben tener con el sonido y el performance in situ que se hace el la mayoría de los shows en los que trabajo, me permite desde esas comprensiones que he agenciado sobre la imagen a lo largo de estos años de trabajo, establecer una conexión tácita e invisible con el público, que a mi modo de ver, dialoga profundamente con el potencial que tiene el ejercicio de ver y de dejarse afectar por un color, por una imagen, por un ritmo visual.
Con todos los retos que el arte tiene, con todos los retos que la industria de la música plantea, me he encontrado con un nicho de mercado que poco a poco va atrayendo a más personas, con ideas frescas con ganas de romper los esquemas y dispuestas a apostar por crear momentos inolvidables para el público. Me he convertido en un puente, un puente abierto a sumar más disciplinas a esta, traer todo tipo de nuevas ideas y unirlas con la necesidad de las personas de sentir, de hacer catarsis. Un trabajo de un formato gigante e imponente pero efímero, que durante un par de horas puede llevar a las personas de llorar a reír, a gritar a recordar y a vivir. El resultado de todo este trabajo intangible son los millones de recuerdos almacenados en la memoria de los miles de espectadores que asisten por cada uno de los cientos de shows en los que he participado alrededor del mundo.